Quinchamalí tiene fama en todo el país por sus figuras en greda, pero el proceso es largo para moldear cada una de sus figuras. Eugenia es un reflejo del amor al arte.
En su quehacer cotidiano, Eugenia Sepúlveda no concibe la vida sin la alfarería en greda. Se inició muy joven en este oficio que ha ido perfeccionando con el paso de los años y hoy, a sus 72 años, ya forma parte de su identidad. Comparte con el resto de la comunidad de artesanos de Quinchamalí, transmite mucha de su experiencia con las generaciones más jóvenes, aunque ve con preocupación que esta habilidad ya no se multiplica con la misma fuerza de antaño.
El proceso es largo y difícil, más todavía si para la extracción de la greda es necesario un largo trayecto caminando, hasta un terreno que pertenece a una empresa forestal. Ahí está la única mina que les abastece de la materia prima, pero pese a numerosas conversaciones con autoridades municipales y regionales de cultura, acceden a un recinto privado para desarrollar su arte.
“Esa mina es de privados, pero voy con mucho cuidado, llevo herramientas y las echo en un saco. Eso me alcanza para unas cincuenta fuentes y unas diez docenas de pailas. Tengo un molino, entonces machaco los peñascos y queda como harina cruda, después se echa a remojar en una arpillera. Al final se pisa con arena y con greda amarilla”, explica.
Recién después de un día de ese procedimiento, su materia prima está preparada para empezar a trabajarla. Sobre su mesón da rienda suelta a sus años de experiencia, de técnica y de talento, para que tomen forma las figuras, tanto con fin utilitario como ornamental. Deben pasar algunos días para que las creaciones se sequen y luego coserlas en el fogón. El toque final es teñir cada pieza con una mezcla de aserrín y guano de caballo.
Gracias al apoyo municipal ha podido mejorar su espacio de trabajo, lo que se traduce en ampliaciones de su taller y mejorar sus instrumentos para lograr mejores resultados. Su vida gira en torno a la alfarería.
“Me siento orgullosa de todo lo que hemos logrado con la greda. Gracias a Dios y gracias a mis manos, mis hijos son lo que son, profesionales todos. Voy a seguir en esto hasta que pueda, mientras me sienta bien como ahora”, proyecta.
La pandemia ha disminuido sus ingresos, ya que las ventas no son las mismas que en años normales. Espera con ansias que se vuelva a desarrollar la tradicional Feria de la Greda, característica de Quinchamalí durante el mes de febrero de cada año. Es la oportunidad que esperan muchos de los artesanos de esta localidad.
En el brillo de sus ojos y su sonrisa, Eugenia deja entrever su pasión por la greda. Organiza sus jornadas para cumplir con los pedidos que recibe desde distintas ciudades, ya que con el paso del tiempo ha cultivado un prestigio sólido. Además, frecuentemente la contactan periodistas para incluirla en variadas publicaciones. También atiende visitas de turistas en su casa, muchas veces extranjeros, que disfrutan al conocer en profundidad la entrega de esta cultora por su oficio.